Hechos 1:4 "La Promesa del Padre"

TEXTO

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” (Hechos 1:4).

COMENTARIO
Por Selvin Monterroso

¿En qué consistía la promesa del Padre?

La respuesta es obvia dentro del contexto.  La promesa del Padre consistía en el derramamiento del Espíritu Santo.  Él lo había prometido cientos de años antes, a través del profeta Joel (2:28—32).  Por esto mismo, el apóstol Pablo afirma que fuimos sellados con el Espíritu de la Promesa (Efesios 1:13).  En efecto, el Espíritu Santo es, a la vez, cumplimiento de la promesa del Padre en el Antiguo Testamento, y la esperanza de redención cuando Cristo regrese a salvar a los que le esperan (Hebreos 9:28).

¿Por qué era importante que los apóstoles no se fuesen de Jerusalén?

Jerusalén era importante en el inicio de la Iglesia debido a las profecías relacionadas a la venida del Reino.  Obsérvese Isaías 2:2—3:

Acontecerá en lo postrero de los tiempos,

que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes,

y será exaltado sobre los collados,

y correrán a el todas las naciones. 

Y vendrán muchos pueblos,

y dirán:

Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob:

y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. 

Porque de Sion saldrá la ley,

y de Jerusalén la palabra de Jehová

Jerusalén era el lugar destinado para el inicio de la predicación del Evangelio: la palabra de Jehová.  Existen muchas otras profecías sobre el monte Sión que no es necesario citar en este lugar.

¿Por qué era importante que viniese el Espíritu Santo?

Porque el Espíritu Santo es el agente divino encargado de continuar la obra de Cristo.  Por una parte, él debía convencer al mundo de pecado, justicia y juicio (Juan 16:7—11).  Por otra parte, él debía capacitar a los apóstoles con dones portentosos (Lucas 24:49) y transformar la vida de los nuevos creyentes (Gálatas 5:22—23).  Esta complejidad se puede notar en las palabras de Jesús:

Si me amáis, guardad mis mandamientos.  Y yo rogaré al padre, y os dará otro Consolador, para que esté con (μετά) vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con (παρά) vosotros, y estará en (ἐν) vosotros (Juan 14:15—17).

Nótese el uso complejo de las preposiciones griegas.  El Espíritu Santo estaba con (παρά) los apóstoles, pero Jesús rogaría al Padre para que estuviese con (μετά) y en (ἐν) ellos.  La mejor manera de explicar este pasaje es afirmar que el Espíritu Santo estaba con (παρά) ellos; es decir, a su alrededor a causa de la presencia de Jesús.  Sin embargo, Jesús iba a rogar al Padre para que lo enviase a fin de que estuviese a favor (μετά) de los apóstoles.  Este estar a favor (μετά) se da mediante dos formas: cuando nos bautizamos el Espíritu viene a morar en (ἐν) nosotros, a fin de transformar nuestra vida (Gálatas 5:22—23); cuando nos entregamos a su obra, el Espíritu vine sobre (ἐπί) nosotros para darnos dones, a fin de confirmar y llevar a cabo la labor misionera (Lucas 24:49). 

El siguiente cuadro ayudará a comprender la complejidad de lo expuesto en el párrafo anterior.  

(Si se ve algo borroso, dele clic con el lado derecho de mause.)

Además, nótese la correlación entre la preposición (ἐπί) y el poder sobrenatural en Lucas 24:49.  Después de resucitar, Jesús dijo: “He aquí, yo enviaré la promesa del Padre sobre (ἐπί) vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49).  En el Libro de los Hechos es muy importante distinguir entre el Espíritu viniendo “sobre” o morando “en” los creyentes.


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