Salmo
121
Cántico Gradual.
1Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
3 No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
4 He aquí, no se adormecerá ni
dormirá
El que guarda a Israel.
5 Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
6 El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7 Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
8 Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre.
Introducción
Cuenta una
historia, que en una ocasión, un ateo caminaba rumbo a su casa a altas horas de
la noche por una calle peligrosa, cuando divisó a la distancia, a un grupo de
jóvenes con apariencia sospechosa.
Conforme el grupo se iba acercando, el ateo se sentía cada vez más
nervioso y asustado. Luego, en medio de
la penumbra, el ateo notó que uno de los jóvenes portaba una gran Biblia con
pasta de cuero. Entonces, el pobre
hombre sintiéndose aliviado dijo, en voz muy baja, “Gracias a Dios, son
cristianos”. Esta historia nos enseña
que en medio del peligro, todos buscamos ayuda sobrenatural.
Contexto Histórico
Parece que el
autor del Salmo 121 se encontraba en una situación similar. Según la mayoría de
los eruditos, los salmos que van del 120 al 134 eran entonados por los
peregrinos mientras ascendían hacia Jerusalén y por eso llevan el subtitulo
“Cántico Gradual” o “Cántico de las Subidas”.
No es difícil imaginar los peligros que aquellos viajeros experimentaban
en sus peregrinajes. Los caminos estaban
llenos de tantos riesgos que la búsqueda de protección era una necesidad
primaria de todo viajero.
Análisis literario
Este salmo se divide en cuatro estrofas.
La primera es una reflexión, en primera persona, acerca del origen de
nuestro socorro. Las otras tres son una
proclamación, en segunda persona, sobre la excelencia de la protección
divina. Algunos opinan que se trataba de
un diálogo entre el salmista y el sacerdote en Jerusalén. Yo prefiero verlo como un monólogo que inicia
con una reflexión y finaliza con una proclamación de la grandeza del resguardo
divino.
La primera estrofa narra la necesidad de protección que experimenta el
salmista. Ante el reconocimiento de los
tantos peligros presentes en el viaje, el peregrino contempla los escarpados
riscos y cumbres del camino de ascenso a Jerusalén y lleno de consternación
exclama:
1Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi
socorro viene de Jehová,
Que
hizo los cielos y la tierra.
No hay que olvidar
que los montes eran lugares de adoración pagana (1 Reyes 17:9—10). El salmista se encuentra ante toda una gama
de ofertas, muchas deidades ofrecían su ayuda desde los lugares altos. Sin embargo, él sabe que los ídolos son metal,
piedra y madera, incapaces de hacer el bien o el mal (Isaías 41:23). Solo el Señor puede salvar, porque solo él es
creador de los cielos y la tierra.
La segunda estrofa
exalta la capacidad del Señor para proteger en todo momento.
3 No
dará tu pie al resbaladero,
Ni
se dormirá el que te guarda.
4 He
aquí, no se adormecerá ni dormirá
El
que guarda a Israel.
El texto claramente alude a la
experiencia del profeta Elías ante los profetas de Baal en el monte
Carmelo. Ante todo el pueblo de Israel,
el profeta de Dios había retado a los profetas de Baal a hacer descender fuego
del cielo para consumir un sacrificio.
Al medio día, ante la frustración de aquellos 450 profetas Elías decía: “…Gritad en alta voz, porque
dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez
duerme, y hay que despertarle” (1 Reyes 18:27).
En contraste, el Señor no duerme ni se adormece; y por eso, el peregrino
puede estar seguro que Dios cuidará sus pasos.
El puede caminar por los senderos más escarpados y su pie jamás dará al
resbaladero.
La tercera estrofa es un recuerdo de la experiencia del éxodo.
5 Jehová
es tu guardador;
Jehová
es tu sombra a tu mano derecha.
6 El
sol no te fatigará de día,
Ni
la luna de noche.
Israel en el desierto no se fatigaba
durante el día ni se entumecía durante la noche porque el Señor los acompañaba
en forma de nube durante el día y columna de fuego durante la noche (Deuteronomio
1:33). Moisés comparó este cuidado a la
protección paterna cuando dijo: “Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios
te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis
andado, hasta llegar a este lugar” (Deuteronomio 1:31). Un padre amoroso siempre toma a su hijo de la
mano para protegerlo de todo riesgo en lugares peligrosos y para cubrirlo con
su sombra en lugares soleados. El Señor
es una sombra que nos toma de la mano derecha.
Ni el sol, ni la luna, ni las escarpadas cumbres podrán dañarnos.
La última estrofa, recuerda al peregrino que la protección del Señor es
completa y omnipresente. Los pueblos
vecinos creían en dioses locales, dioses que tenían jurisdicción solo en
ciertos lugares, o que ejercían su poder solo en determinadas circunstancias. Esta creencia se ve reflejada en las palabras
de los sirios después de haber perdido la guerra contra Israel. El texto dice: “Y los siervos del rey de
Siria le dijeron: sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido;
mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos” (1 Reyes
20:23). Los sirios estaban totalmente
equivocados. El Señor no es dios de
montes o valles, mares o cielos. Él es
el único soberano, creador de los cielos y la tierra, capaz de proteger de toda
adversidad en cualquier lugar. El
salmista lo sabe y por eso exclama:
7 Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
8 Jehová guardará tu salida y tu
entrada
Desde ahora y para siempre.
El peregrino puede estar tranquilo porque el Señor lo acompañará y
protegerá de todo mal desde el momento en que salga de su hogar rumbo al
Templo, hasta que regrese de su viaje; no una o dos veces sino para siempre.
Reflexión Teológica
Las iglesias de
Cristo no hacemos peregrinajes porque no creemos en lugares sagrados; eso era
parte del Antiguo Testamento. Hoy
sabemos que “Dios es Espíritu” (Juan 4:24) y que su templo es la Iglesia (1
Corintios 3:16). Dios no está en un lugar
específico sino en la congregaciones de los fieles (Mateo 18:20). Es verdad que hay lugares importantes por su
valor histórico y nos atrae visitarlos, pero eso es turismo, no peregrinaje.
Sin embargo, somos
peregrinos porque nuestro hogar no está en este mundo; nuestra ciudadanía está
en los cielos (Filipenses 3:20), y hacia allá marchamos. No hacemos peregrinajes, pero somos
peregrinos. Nuestros peligros no se
deben a un viaje terreno, sino a nuestra jornada hacia las moradas celestiales.
Nuestros peligros no provienen de los
hombres sino del demonio mismo.
El trabajo de
Satanás consiste en evitar que lleguemos a nuestra patria celestial. ¿Qué artimañas usa? Todas las que pueda. Por una parte, Satanás puede hacernos la vida
imposible en este mundo. Recuerda, su
objetivo no es fastidiarnos sino hacer que desistamos de nuestro peregrinaje
hacia el cielo. Jesús dijo “…En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). El Señor no evitará nuestras aflicciones,
sino nos dará la fuerza necesaria para que acabemos la carrera a pesar de ellas.
Por otra parte, Satanás
también puede hacer que la vida nos sonría.
El tiende a llenar de comodidades a las personas a fin de que olviden
que son extranjeros y peregrinos en este mundo.
En efecto, algunos cristianos han sido tan prosperados que ya no esperan
o no desean la manifestación gloriosa del reino de los cielos. Están tan acostumbrados a este mundo que lo
aman y detestan la idea de separarse de él.
Satanás utilizará cualquier medio para evitar que lleguemos a nuestro
destino eterno.
Conclusión
Como Iglesia
debemos estar conscientes que lo importante es llegar al final. No importa cuánto camino se haya recorrido,
si no se llega al final, no hay recompensa.
Una maratón es una carrera de 42 kilómetros con 195 metros. De nada sirve ir a la delantera durante los
42 kilómetros si no se recorren los últimos 195 metros. Lo importante, para el cristiano es concluir
la carrera (Hebreos 12:1). Habrá
momentos de prosperidad, Satanás nos ofrecerá el mundo y todos sus deleites,
pero jamás debemos olvidar que somos peregrinos en este mundo, que aquí estamos
de paso nada más. Habrá aflicciones,
habrá peligros, pero a nuestro lado va el Señor nuestro amparo, nuestra
fortaleza, y nuestro pronto auxilio en la tribulación (Salmo 46:1—3). Confiando en él, llegaremos a nuestra patria
celestial con toda seguridad.
Tema de predicación en el 37 aniversario de la Iglesia de Cristo en barrio Guanacaste, Tegucigalpa.
Para escuchar una predicación sobre este mismo texto, haga clic sobre el siguiente enlace: Jesús, la Luz del Mundo
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Muy linda reflexion... Dios te bendiga.
ResponderEliminarGracias por subir el estudio, me ayudo mucho
ResponderEliminarBendiciones..!!
Hermosa reflexión, los apuntes muy oportunos. Excelente fuente en los versículos citados. Es una bendición como el Señor añade sabiduría as sus hijos. Gracias por compartir este tema.
ResponderEliminarDIOS te siga bendiciendo e iluminando con su SANTO ESPÍRITU
ResponderEliminargracias por compartir esta palabra que alienta mi vida bendiciones
ResponderEliminarhola tomare algunos apuntes para nutrir el selmon del domingo 12-03-2023 Elvin Henriquez Venezuela torreseelvin954@gmail.com
ResponderEliminartorreselvin954@gmail,com
ResponderEliminarDios t bendiga mucho lindo msj,desde Rep D
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