“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del
mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida” (Juan 8:12).
Introducción
Imagine que se
encuentra en una caverna, en total oscuridad.
No ve nada, ni siquiera su mano derecha a punto de tocar su rostro. ¿Cómo moverse en semejante situación? ¿Cómo saber hacia dónde ir? ¿Cómo evitar los peligros que existen a cada
paso? Así es nuestra vida sin
Cristo. Pero cuando una pequeña luz logra
penetrar la caverna, las cosas cambian.
Por pequeña que sea esa luz, es capaz de mostrar el sendero que se debe
seguir y exponer los peligros del camino.
Jesús es esa luz que nos guía hacia la vida eterna. Él dijo: “…Yo soy la luz del mundo; el que me
sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Contexto Histórico
Cuando las
palabras de Jesús se analizan a la luz del contexto histórico, adquieren un
significado aún más profundo. Analizarlas en su contexto histórico significa
ubicarlas en su espacio y tiempo originales; es decir, examinar, cuándo y dónde
fueron dichas, para luego determinar qué nuevos significados arrojan a nuestra
comprensión.
Pues bien, de
acuerdo a Juan 7:2, 10, los discursos de Jesús registrados en Juan 7 y 8 fueron
pronunciados durante la fiesta de los tabernáculos. Esta era una de las celebraciones solemnes de
la religión israelita. En ella, los judíos debían abandonar sus casa y habitar
por una semana, en tiendas hechas con ramas (Levítico 23:33—36; 39—43). El propósito de esta celebración era recordar
el tiempo en que Israel había vagado por el desierto. El libro de Levítico
claramente afirma “En tabernáculos habitaréis siete días; todo natural de
Israel habitará en tabernáculos, para que sepan vuestros descendientes que en
tabernáculos hice yo habitar a los hijos de Israel cuando los saqué de la
tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro
Dios” (23:42—43). Con el tiempo, y éxito,
solemos olvidar nuestros humildes orígenes, nos volvemos engreídos y arrogantes. Al Señor le desagrada eso; a él le gusta que
recordemos de dónde hemos venido, y que es su gracia la que nos ha dado lo que
tenemos.
Ahora bien, Juan
8:20 dice que estas palabras las pronunció Jesús en el lugar de las
ofrendas. Esto es especialmente
importante porque durante las noches de fiesta de los tabernáculos, se hacían
grandes fogatas en el templo, en el atrio de las mujeres donde también estaban
las arcas de las ofrendas. Allí los
israelitas danzaban alrededor de dichas fogatas en conmemoración de su
peregrinaje por el desierto, cuando eran guiados por Dios mismo en forma de
columna de fuego. Éxodo 13:21—22 dice:
“Y Jehová iba delante de
ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en
una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de
noche. Nunca se apartó de delante del
pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego”.
En este contexto, hablo Jesús y dijo: “…yo soy
la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida” (Juan 8:12).
Reflexión Teológica
Una vez conocido
el contexto histórico, las palabras de Jesús cobran un significado
especial. Al decir, “yo soy la luz del
mundo”, Él se estaba identificando con aquella columna de fuego que guiaba al
pueblo a través del desierto con dos pequeñas modificaciones. Primero, Jesús no guía solo a Israel sino al
mundo entero. Jesús murió por su nación,
es verdad, pero también murió por aquellos que no pertenecíamos a su
pueblo. Segundo, no guía hacia una
tierra prometida en este mundo sino hacia la vida eterna. Él dijo, “el que me sigue, no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Ahora bien, un
aspecto que es de vital importancia en esta reflexión es el reconocimiento de
que Jesús no es una lumbrera estática sino una luz en movimiento. Jesús no dijo que había que creer en él, o
dejar que iluminara nuestra vida. Él
dijo: “…el que me sigue no andará en tinieblas”. A Jesús no se le ve o contempla de manera
romántica o mística; a él se le sigue. Pedro y Andrés estaban pescando cuando Jesús les dijo: “…Venid en pos
de mí, y haré que seáis pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Y ellos, dejando sus redes lo siguieron. Mateo estaba sentado en el banco de los tributos públicos cobrando
impuestos cuando Jesús le dijo: “…Sígueme…” (Mateo 9:9). Y Mateo levantándose y
dejando todo lo siguió. Y a ti también te dice: “Sígueme”. ¿Lo seguirás?
Antes de tomar
una decisión, es preciso que sepas que no todos los invitados siguieron a
Jesús. Hubo un joven muy rico a quien el Señor pidió vender todas sus
posesiones y dar el dinero a los pobres antes de seguirlo. Pero este joven, se fue muy triste porque
tenía muchas posesiones (Marcos 10:17—22).
Siempre hay algo que nos detiene y siempre hay algo que tenemos que
dejar para poder seguir a Jesús. Pedro
dejó sus redes, Mateo su mesa de los tributos, pero el joven rico no pudo dejar
sus riquezas.
Y a ti, ¿qué te
impide seguir a Jesús? Solo tú puedes dar respuesta a esa pregunta. Tal vez te cueste mucho, pero te aseguro que
valdrá la pena. El gran apóstol a los
gentiles escribió:
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida
por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por
la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo
he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7—8).
El apóstol Pablo
dejó todo por seguir a Jesús. Sin
embargo, como el mercader de las perlas preciosas de Mateo 13, siguió su camino
gozoso sabiendo que había hecho el negocio de su vida. El precio fue alto, pero valió la pena.
Conclusión
Es posible que
no estés dispuesto a pagar el precio por considerarlo muy alto. Puedes quedarte allí donde estás. Al fin de cuentas, tu religión o tu falta de
ella te ha hecho sentir bien todo este tiempo.
Sin embargo, Jesús es una luz en movimiento. Debes seguirlo o pronto te irás quedando en
tinieblas otra vez. Síguelo y te llevará
a la vida eterna. Pagarás un precio; es
verdad, pero con Cristo hasta la misma muerte es ganancia (Filipenses
1:21). Él es la única luz de este
mundo. Quien lo siga jamás volverá a
estar en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
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Para escuchar una predicación sobre este mismo texto, haga clic sobre el siguiente enlace: Jesús, la Luz del Mundo
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