Hechos 1:8 "Poder de lo Alto"

TEXTO

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).

COMENTARIO

Por Selvin Monterroso

Introducción

En el estudio anterior sobre “La Promesa del Padre”, hicimos una clara diferencia entre las preposiciones griegas ἐν (en) y ἐπί (sobre).  En dicho estudio afirmamos que la preposición ἐν (en) se refiere al bautismo en el Espíritu Santo; es decir, al momento en que el Espíritu Santo viene a morar en nuestro corazón a fin de transformar nuestra vida (Gálatas 5:22—23).  La preposición ἐπί (sobre), por otra parte, se refiere a la capacitación especial del Espíritu para realizar una labor determinada.  La primera es esencial para ser salvo; la segunda para las misiones.  Hacer esta distinción nos ayuda a comprender el complejo escenario en que vemos al Espíritu Santo actuando en Hechos de los Apóstoles.

¿Es posible recibir poder del Espíritu de Dios sin llegar a tenerlo en nuestro corazón?

Esta pregunta es especialmente importante debido que, en la religiosidad popular, existe un gran entusiasmo por experimentar “sensaciones” y “poderes” sobrenaturales. 

Ahora bien, volviendo a la pregunta, la respuesta es sí, de acuerdo a la Biblia, es posible que el Espíritu Santo venga con poder sobre una persona sin transformar su interior, y esto lo podemos ver a través de dos ejemplos: 

En primer lugar, cuando Saúl perseguía a David para asesinarlo, el Espíritu de Dios vino sobre él con poder sin transformar su interior.  El texto dice:

“Y fue a Naiot en Ramá; y también vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá.   Y él también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche.  De aquí se dijo: ¿también Saúl entre los profetas?” (1 Samuel 19:23—24).

¿Vino el Espíritu sobre Saúl con poder? Sí, ¡y hasta profetizó!  ¿Fue transformado su corazón?  No, la historia nos cuenta que siguió en su empeño de asesinar al ungido del Señor.

En segundo lugar, nuestro Señor Jesucristo claramente dijo:

“Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,

¿no profetizamos en tu nombre,

y en tu nombre echamos fuera demonios,

y en tu nombre hicimos muchos milagros? 

Y entonces les declararé:

Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22—23). 

Lo interesante del texto es que Jesús no los desmiente.  Estos hombres profetizaron, echaron fuera demonios e hicieron muchos milagros; sin embargo, jamás fueron transformados interiormente.  Recibieron poder, pero no fueron bautizados con el Santo Espíritu.

Jesús había prometido el bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 1:5), ahora añade que además ellos recibirían un poder especial cuando el Espíritu viniese sobre (ἐπί) ellos.

¿En qué consistía dicho poder?

Aunque los apóstoles recibieron la capacidad para hacer grandes milagros, como comentaremos en su momento, en este pasaje específico el poder del Espíritu se refiere especialmente al valor y capacidad para testificar.  Jesús dijo: “Pero recibiréis poder… y me seréis testigos” (Hechos 1:8).  El poder del Espíritu y el testimonio están íntimamente ligados.  Durante su ministerio Jesús había dicho:

“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.  Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Juan 15:26—27).

Los dos versículos deben ser leídos en conjunto.  Los apóstoles no debían testificar solos; ellos necesitaban la presencia y poder del Espíritu.  El Espíritu tampoco testificaría sólo; él necesitaba un instrumento humano. 

¿En qué consistía el testimonio?

Esta pregunta es muy importante porque en la religiosidad popular el testimonio consiste en contar la propia historia: responder a preguntas tales como: ¿Quiénes éramos?, ¿Cómo conocimos al Señor? Y ¿Quiénes somos ahora?  Este tipo de testimonio no es malo; por el contrario, todos estamos llamados a compartir nuestra historia con el mundo.

Sin embargo, los apóstoles no tenían que dar testimonio de sí mismos sino de Jesús.  Él mismo les había dicho “y vosotros sois testigos de estas cosas” (Lucas 24:48) refiriéndose a su padecimiento y resurrección (Lucas 24:46—47).  En Pentecostés, Pedro dijo: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:32).  Los apóstoles eran testigos especiales de la resurrección de Cristo.

 

¿Dónde se llevaría a cabo el testimonio?

La Reina Valera traduce: “…en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.  La traducción de la Biblia de Jerusalén es más acorde con el texto griego: “…en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.  La Reina Valera menciona cuatro áreas geográficas; la Biblia de Jerusalén tres, agrupando Judea y Samaria como una sola.

Personalmente, no comparto la opinión de varios autores, entre ellos Thomas Robertson en su “Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento”, de que aquí tenemos un bosquejo geográfico del libro de Hechos.  Si fuese así, Lucas dedicaría mucho más espacio a la evangelización de Judea y Samaria.  Me parece más bien que Jesús menciona estas regiones específicas para dar una descripción sociopolítica de las misiones.  Los apóstoles estaban interesados en su propia nación (Hechos 1:6).  Jesús los envía a dar testimonio al mundo.  ¿Qué implica aceptar el llamado de Cristo?  El conocimiento sociopolítico de cada región responde a esta pregunta.

→ Jerusalén: lugar lleno de peligros.  Los apóstoles hubiesen preferido comenzar su testimonio en Galilea, su tierra natal.  Jesús los llamó a hacerlo en Jerusalén donde él había sido asesinado unas cuantas semanas antes.  El mismo Jesús dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” (Mateo 23:37).  Allí fueron enviados los apóstoles en primer lugar; allí donde los profetas eran asesinados.  Y tu querido lector ¿En dónde crees que Jesús te ha llamado a dar testimonio de su resurrección?

→ Toda Judea y Samaria: regiones contradictorias y enemistadas.  Los pueblos vecinos tienden a odiarse por rivalidades y vindicaciones territoriales, pero pocos han llegado al extremo de judíos y samaritanos.  En la historia de la humanidad, es difícil encontrar a pueblos que se aborrezcan tanto.  Evangelizar a enemigos ¡Eso si es difícil!  Yo conozco lo que implica evangelizar a una mujer, y a la examante de su esposo al mismo tiempo.  La tensión crece y uno se imagina habrá espectáculo de boxeo después del culto.  Sin embargo, el Señor nos ha llamado a eso: a predicar el evangelio de la paz allí donde hay conflicto.  Cabe aclarar que Jesús utiliza el calificativo “todo”.  No bastaba con dar testimonio en una parte de Judea o Samaria sino en todo el territorio.

→ Los confines de la tierra: territorios desconocidos.  Este llamamiento se parece al de Abraham quien “siendo llamado obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8).  Los apóstoles debían ir a lugares recónditos y desconocidos impulsados por el deseo de cumplir la voluntad de su Señor. 

Así es el apostolado, un llamado a lo desconocido.  Se debía empezar en Jerusalén y se debía llegar hasta lo más recóndito.  Al igual que Abraham, ellos no sabían si algún día regresarían a los suyos.  Quien no esté dispuesto a aceptar el reto, no puede ser apóstol.

La comunidad de los doce pasó de ser un grupo de discípulos a apóstoles.  Los discípulos son aquellos llamados para estar en la intimidad de la compañía de Jesús y aprender de él.  Los apóstoles son enviados al mundo para dar testimonio de la resurrección del mesías.  No se puede ser apóstol sin haber sido discípulo.  No se puede dar testimonio de Cristo sin haberlo conocido.

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