TEXTO
“Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió
una nube que le ocultó de sus ojos… Entonces volvieron a
Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de
Jerusalén, camino de un día de reposo” (Hechos 1: 9, 12
“Y los sacó hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y
aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y
estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amen” (Lucas 24:50—51)
COMENTARIO
Por Selvin Monterroso
Introducción
A primera vista el tema de la ascensión no parece tan importante, quizá
porque no ha generado polémica entre las distintas iglesias. Sin embargo, en cuanto avance el comentario, el lector podrá notar lo
trascendental de esta verdad para la Iglesia. Jesús siempre nos acompaña espiritualmente, pero físicamente, él
no está con nosotros; está a la diestra del Padre en las alturas.
He citado también el texto de Lucas porque narra el mismo evento y
porque algunos ven en ellos una contradicción.
¿De dónde ascendió Jesús al cielo?
Algunos ven una contradicción entre las versiones de Lucas y
Hechos sobre la ascensión porque ambos mencionan lugares distintos. Lucas menciona Betania y Hechos el Monte de
los Olivos. Sin embargo, un estudio
geográfico y una lectura cuidadosa de los pasajes aclaran el punto y demuestran
que no existe contradicción.
Betania era una aldea ubicada a unos 2.5 kilómetros al
oriente de Jerusalén en el camino que conducía a Jericó. Para llegar de un lugar a otro, el caminante
tenía que atravesar el Monte de los Olivos.
Desde la cumbre, el caminante podía ver ambas poblaciones: hacia el
oriente la aldea de Betania y hacia el occidente la gran ciudad de Jerusalén en
todo su esplendor.
Sí leemos los textos cuidadosamente nos daremos cuenta que
no se contradicen. La Reina Valera da la
impresión de que Jesús ascendió en Betania.
Sin embargo, el texto griego de Lucas 24:50 dice: Ἐξήγαγεν δὲ αὐτοὺς [ἔξω] ἕως πρὸς Βεθανίαν “Y
los sacó fuera hasta en dirección a Betania”. La Biblia de Jerusalén capta mejor el sentido
del griego al traducir: “los sacó hasta cerca de Betania”. (Subrayo la preposición griega πρὸς y su
respectiva traducción).
En otras palabras, Jesús no ascendió en Betania sino cerca
de Betania, en el Monte de los Olivos; para ser más precisos, en el inicio del
sendero que conducía a Betania. De allí,
fue que regresaron los discípulos, camino de un día de reposo (Hechos 1:12).
¿Ascendió Jesús un Sábado?
No hay forma de saberlo. Algunos afirman que Jesús ascendió a los cielos un día sábado debido a la referencia al día de reposo en Hechos 1:12. Sin embargo, el texto no está afirmando eso. Lo que pasa es que Lucas escribe para personas que no conocen la geografía de Palestina y quería comunicar la distancia existente entre el Monte de los Olivos y Jerusalén.En el siglo primero, durante un día de reposo, se permitía una caminata que condujera de la casa a la sinagoga local. De acuerdo a la tradición Judía la distancia debía ser de dos mil codos, aproximadamente 900 metros actuales.
¿Por qué debía ascender Jesús a los cielos?
Esta es una pregunta que siempre me he hecho. Muy dentro de mi
corazón hubiese preferido que Jesús estuviese con nosotros todavía. Las
cosas serían mucho más fáciles. No habría tanta confusión
religiosa y él solucionaría todos nuestros problemas. Sin embargo, Jesús
mismo dijo que a nosotros nos convenía que el se fuera (Juan 16:7) y creo que
existen tres razones fundamentales para ello.
En primer lugar, Jesús ascendió al cielo para tomar el trono. El
ángel Gabriel había predicho "y reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin" (Lucas 1:22). Después de resucitar, Jesús ocupó su lugar como Señor y Rey.
La Epístola a los Hebreos dice:
"El cual siendo
el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta
todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación
de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad
en las alturas" (Hebreos 1:3).
Allí debe permanecer “…hasta que todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies" (1 Corintios 15:25). ¿En que sentido
nos conviene? En que nuestro Señor es rey y que juntamente con él, ya
estamos reinando (Efesios 2:6). Lo que esperamos no
es el inicio del reino sino su manifestación visible. Ahora andamos como peregrinos, careciendo de bienes materiales, pero
como poseyéndolo todo.
En segundo lugar, Jesús ascendió al cielo para interceder en nuestro
favor. Este punto lo remarca muy bien la Epístola a los Hebreos. El autor inspirado dice:
"Y los otros
sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían
continuar; mas éste por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable; por lo cual también salva perpetuamente a los que por él se acercan
a Dios, viviendo para siempre para interceder por ellos" (Hebreos 7:23—25
cf. Romanos 8:34).
El verbo griego entunjano (Interceder) significa literalmente obtener algo a favor o en contra de
alguien. Estamos acostumbrados a pensar que interceder significa rogar
por alguien. En efecto, rogar por alguien es una
forma de interceder, pero el concepto neotestamentario va más allá. Jesús es nuestro intercesor pero no ruega por nosotros. El dijo: “En aquel día pediréis en mi nombre; y
no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama,
porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan
16:26—27) Entonces, Jesús intercede por nosotros pero no con de ruegos
sino a través de su sacrificio y ministerio sacerdotal.
A través de su obra, tenemos completo acceso al trono de la gracia
(Hebreos 4:16). Es por esto que en las Iglesias de Cristo siempre oramos
al Padre que nos ama, en el nombre de Jesús quien murió, resucitó y ascendió a
los cielos para interceder perpetuamente por nosotros sin palabras ni ruegos.
Jesús debía ascender a los cielos para cumplir con esta función
para nuestro beneficio.
Finalmente, Jesús ascendió al cielo porque su presencia en la
tierra estorbaba nuestro proceso de maduración espiritual. Jesús dijo: "Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si
no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo
enviaré" (Juan 16:7). ¿En qué sentido iba a ser más conveniente la
presencia del Espíritu que la de Jesús?
Por una parte, el Jesús estaba con nosotros pero el Espíritu mora en
nosotros, en nuestro corazón a fin de trasforma nuestra vida hasta alcanzar la
madurez cristiana (Gálatas 5:22—23). Pronto postearé un
video que explica por que algunos cristianos que han recibido el Espíritu Santo
en el bautismo no alcanzan dicha madurez.
Por otra parte, el trabajo del Espíritu es distinto del de Cristo.
Jesús tomaba la iniciativa; siempre iba al frente de los discípulos.
El Espíritu Santo es nuestro ayudador (paráclito); el permite que
nosotros tomemos la iniciativa. Con Jesús presente los apóstoles estaban
en la retaguardia siempre a la sombra; con el poder del Espíritu, ellos estuvieron
al frente, a la vanguardia de la iglesia. Jesús vino a enseñarles y
prepararlos para la misión; el Espíritu para que pusieran en práctica dicha
preparación. Para nuestra madurez, Jesús debía irse y permitir que el
Espíritu nos impulsase a actuar.
Finalmente, nos debemos preguntar, ¿está Cristo presente con nosotros?
Sí, Jesús se encuentra con nosotros pero de forma espiritual. El
prometió estar donde dos o tres estuviesen congregados en su nombre (Mateo
18:20). Por esto, en las iglesias de Cristo, creemos que Jesús está
presente en nuestros cultos y especialmente en la celebración de la santa cena.
Sin embargo, físicamente, el está a la diestra de la Majestad,
intercediendo por nosotros ante el Padre, sin ruegos ni súplicas porque el
Padre nos ama también. De allí vendrá por segunda vez conforme a su
promesa. Por esto es que siempre decimos al mismo tiempo, que Cristo está
presente y que esperamos su venida. Está presente
espiritualmente pero esperamos su venida física con poder y gloria como
explicaremos en el siguiente artículo.
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